nos y hasta la alegría de lo facultativo, y cuando la exigencia moral cifra toda su preocupa en adoptar la grave fisonomía de lo necesario, de lo inevitable, todo lo facultativo tiene que estar mal visto, porque, como mínimo, ofende a la propia idea de necesidad (ofensa que hoy, por pintoresco que parezca, es ya un pecado en sí), si es que no incoa sobre ella el entredicho y la sospecha. Incoar sospechas sobre lo necesario es menoscabar