la ETA ni aun la más hipotética de las incriminaciones, renuncian, no obstante, a esta que a mi entender sería, como ya digo, la más absolutamente infamante para ella, y no sólo pasandola en silencio, sino negandola de modo explícito, como al menos por dos veces Ismael Medina, la última en Bajo el signo de la capitulación (El Alcázar, 25 de marzo de 1980). Medina ha dado ya indicios suficientes para que no excluyamos