correlación entre la degradación y la miseria de la palabra pública y la superpotente y megafónica unilateralidad de los massmedia, es de creer que con la sagacidad que debe suponérsele, Juan Pablo II (el Papa que, sin embargo, se quejó -¡Virgen santísima!- de que la multitud no le dejaba hablar) no se habrá hecho ilusiones, en su reciente viaje a España, de que fuese precisamente el Espíritu Santo el que inspiraba a las gentes la coral zambombada de