loslos la guerra, los signos bélicos de vencido y vencedor, lo que introduce el condicionamiento y la perversión sobreañadidos de tener que salvar las apariencias coram populo frente a la galería, apariencias de pura propaganda que se ven precisadas a contar -incrementandolas de paso- con las necesidades narcisistas del orgullo autoafirmativo de los pueblos. Así, como ha recordado recientemente James Reston en el New York Times, para el norteamerican de hoy -y yo creo que no sólo para él