selos los muertos. Otra experiencia quizá tan conocida como la del comienzo, aunque infinitamente más patética, es la de que cuando, por ejemplo, un chico se ha ahogado en el río y por los más variados testimonios oculares se ha logrado tan plena certidumbre de su muerte como para que llegue a apagarse por completo, y contra toda la resistencia del deseo, hasta el último rescoldo de esperanza en el alma de los padres, pero sin que el cadáver haya