la mismo, sin ser solicitado y motivado desde un fin; sugerir la idea de que el trabajo, al ser bueno por sí mismo, produce por sí mismo fines indiscutiblemente deseables. Tan sólo el trabajo concebido como maldición, como servidumbre impuesta por la necesidad, incita a seguir sacando la cabeza por encima de la necesidad de trabajar y a preguntarse y volverse a preguntar a cada paso por esta necesidad misma. Si en el mundo del despilfarro, de la carrera