tanto empeño como él en reducirlo. Viendo, así pues, el niño en el mastín, ya sea por su poder como por la elementalidad pauloviana de sus posibles accesos de furor, el instrumento ideal de su universal venganza, prefiere dirigir justamente contra él, siempre que puede, su acción de hostigamiento, lo que a la vez le permite sentirse aún más autoafirmado en el desquite, viendo cómo, por su intermedio, logra, de añadidura, que hasta los