. A pesar de que alguno de nosotros habló de las dificultades que entrañaba el regreso -si llegaba a estallar la tormenta- la excursión se prolongó hasta el anochecer. Fue entonces cuando llovió con fuerza y el oleaje comenzó a hacer resonar las argollas de las barcas en la orilla. Ya con el lago en sombras, pero algo más apaciguado, decidimos regresar a casa ante el temor de tener que pasar allí empapados la noche. La lluvia había borrado muchos de los efectos