, es decir, en que empezaran a trascender del ámbito de la familia o de un círculo estrecho de amistades del mismo sexo. Había que arreglarse, pero sin dar tres cuartos al pregonero de los quebraderos de cabeza que pudiera costar ese arreglo. A una amiga íntima, si llamaba por teléfono con la proposición de salir a dar una vuelta, se le podía decir: «Ahora no puedo, oye, que estoy sin arreglar», pero con un chico no