, de una obsesión que le corroía desde que había llegado a aquel apartado balneario entre montañas de los Balcanes: la obsesión de que algo estaba a punto de culminar, de madurar en su vida. Y, tras el temor de contemplar el lago, sentía una sensación mucho más aguda, mucho más terrorífica: la sensación de que era su propia vida la que culminaba, la que maduraba. La enfermedad y su desesperada huida de Monteoscuro hacia el este, hasta detenerse