, de tal manera que velaba nuestras propias imágenes, nuestras respectivas contemplaciones. Sólo sé que en seguida, tras un intercambio de miradas, algo hubo en el aire que nos distrajo y nos sacó de nosotros, y nos llevó a contemplar la velada figura de enfrente, primero furtivamente y luego sin reservas; las figuras veladas por una luz que parecía lumbre gozosa. »Aquella especie de atmósfera ímantada, de armonía musical, nos fue poniendo en comunicación mediante levísimas señales. Pronto