los; el camino está cerrado y sólo permanece en su cerebro la imagen riente de ella --la risa que conoció durante años-- sonando como un disco rayado sobre el mohín divertido, para él clásico y agraciado, de un encuentro que gira en el tiempo y se esconde en su memoria. De pronto, una frase quiebra la imagen obsesiva (--Dios mío ¿qué va a ser de mí ahora?--). Una brevísima tiritona hace temblar las gotas de sudor