Un golpe de tristeza le empujó dentro de la habitación. Los visillos del ventanal están descorridos. La luz plomiza del exterior baña la sala con sosiego. Los volúmenes se apelmazan cada vez más bajo el grisáceo resplandor --o quizá la vista nublada les hace diluirse en la penumbra, sobre la alfombra de dibujos cenicientos y pardos entrelazados. Se deja caer en el butacón. Siente los pinchazos de pequeñas puntas rígidas bajo la piel. Contrae la mano. Duele. El canto