--¿Qué cosas? Recuerdo que le hice esta pregunta alarmada y que me indigné cuando ella, en vez de responderme, se echó a reír y me dijo: --No puedo contártelas. A ti no. Entonces le grité: --¡Pareces una vieja! Al menos eso veía yo en aquellos momentos en sus ademanes y en su sonrisa llena de sobreentendidos que, poco a poco, se fue convirtiendo en una escandalosa carcajada, que yo, bruscamente, corté