Si nos detenemos, por ejemplo, en el dominio de las relaciones entre las naciones y los Estados, ¿qué encontramos? Basta con releer una obra de ficción como Kim, la novela de Kipling, publicada en 1901, para advertir que el fondo histórico que sirve de telón a la intriga novelesca no es muy distinto al de ahora: las luchas, en una vasta región que va desde Afganistán a los Himalayas, entre las ambiciones imperiales rusas y las de Occidente.