yo no escuchaba. Estaba tan furiosa que no admitía diálogo alguno. Finalmente prendí fuego a la leña. Apenas empezaban a despuntar las llamas cuando ya ella lloraba con desesperación. "¿No querías ser Juana de Arco? --le grité--. ¡Pues ahora vas a ser la santa, pero de verdad!" Todas las mujeres de la casa aparecieron de repente. Voces violentas me insultaban a la vez, confundiendose unas con otras, mientras de aquel enredo de