a ver cómo la noche caía sobre el bosque; el bosque que se alzaba entre el pueblo y nosotros. Sobre él ascendían los humos de las casas; las casas que no lográbamos ver, pero que por medio de aquel humo intuíamos. Del campo emanaba un aroma fresco, fuerte y agrio que se mezclaba con el perfume más suave de las grandes rosas blancas y rojas del abandonado jardín. ¿Qué fantasmas pretendíamos alejar de nuestros cerebros --de nuestro amor-- en aquel