que una rata. Grande, por lo menos, como usted. Los ojos del comisario se detuvieron en la protuberante dentadura de Rugeroni. Éste, para ocultarla, apretó los labios, en una reacción instintiva. --¿Está acusandome? ¿Por qué haría yo semejante monstruosidad? --No está probado que la hiciera. Conocemos tal vez la chispa que provocó el incendio: una disputa sobre futesas. Veamos ahora el móvil; ¿sabía usted que el profesor le