me las vestidas de dominó. Frente a una iglesia, estuve seguro de reconocerla. Al acercarme descubrí que era otra. El desengaño me produjo malestar físico. «No debo perder la cabeza», me dije. Seguramente para no acobardarme pensé que era gracioso cómo, sin querer, expresaba literalmente lo que sentía: en efecto, mantuve el equilibrio con dificultad. No quería llamar la atención ni apoyarme en el brazo de nadie, por temor de tropezar con
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ACOBARDARI - (Hacer) perder el valor, asustar(se), atemorizar(se)