que ellas mismas recibían de sus madres. Este tipo de juegos solía provocar comentarios aprobatorios como el de «¡Qué mona, por Dios, parece una mujercita!», que a veces musitaban las visitas, igual que si estuvieran presenciando una representación teatral de su agrado. En general la muñeca se consideraba un invento ejemplar y sumamente educativo: Siempre que ello sea posible, cultivese en las niñas la muñeca y el cuarto propio, que se acostumbrarán desde la primera edad