entradas en años, en inquieta búsqueda del cobijo de una sombra más fuerte. Avizorando perpetuamente aquella sombra del novio fugitivo, que se desvanecía como un espejismo, se veían condenadas a aceptar empleos mediocres que no sabían desempeñar bien, a reconcomerse envidiando a las amigas y a seguir ensayando delante del espejo sonrisas cada vez más escuálidas y desamparadas. Y eran cursis, «más cursis que un guante», como la señorita Adelina, cuyas vicisitudes cantó Conchita Piquer en una de sus
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RECONCOMER - Consumirse de impaciencia, descontento, pesar u otro sufrimiento.