bordar y a remendar y a calcetar y a hacer vainica. Sobre estos temas, además, se podía pedir por oral o por escrito la información más exhaustiva, llamando al frunce frunce y al bodoque bodoque, que nadie iba a afearle a una mujer tal curiosidad ni a dejarla insatisfecha, todo lo contrario. Tal vez bastaba, pues, con aplicarse a perfeccionar las labores de aguja. Los hombres, al parecer, se enamoraban de las chicas que cosían