lo hacía porque le daba la gana. Y además la gente no hablaba mal de ella, ni se burlaba, ni la compadecía. Los padres o el novio podían llorar porque la echaban de menos. Pero más bien se la admiraba. ¿Pasaba lo mismo con las solteras? Evidentemente no. De las mujeres de la familia, del servicio doméstico, amigas o vecinas a quienes se les había pasado o se les estaba pasando «la edad de casarse»,