guarecido por el tejado de uralita de una minúscula chabola. Levantaba el rostro demacrado para atender a las palabras del médico con chistera que había venido a visitarle y estaba extendiendo una receta. La leyenda decía: «Ya puede usted comer de todo.» En el campo de la literatura hay alguna brecha aislada y notable rasgando aquel telón de guardarropía que se había corrido para ocultar la miseria. Por ejemplo, el excelente cuento de Ignacio Aldecoa Seguir de pobres está escrito en