. II. EN BUSCA DE COBIJO Mucho antes de que a una jovencita le llegara la edad de «echarse novio», ya había anidado en su mente una noción muy clara, aunque también algo inquietante por lo que entrañaba de disyuntiva, de decisión personal para su futuro: si no tenía vocación de monja, quedarse soltera suponía una perspectiva más bien desagradable, «desairada». No es que se entendiera muy bien en qué consistía tener vocación de monja,