arranque de una especie de trenza indefinidamente prolongable y equivalente de las palabras "Castilla-Aragón, Aragón-Castilla, Isabel-Fernando, Fernando-Isabel, íncube-súcube, súcube-íncube...", como un connubio que gira sobre su eje en el tálamo nupcial del poder hasta el infinito o hasta llegar a disipar la última sombra de desconfianza que pudiese abrigar quien estuviese ya entonces poseído por la moderna preocupación feminista sobre el encima y el debajo, el debajo y