italiana, el amor hacia Francesca y, sobre todo, la enfermedad de ésta, habían destrozado su ideario, habían deshecho su vida como probablemente estaban a punto de deshacerse las de aquellos otros tres contertulios que en un apartado balneario olvidaban y esperaban; esperaban para sus vidas una armonía y un equilibrio definitivos. Fuera, en la oscuridad -imperturbable ante los sueños y las vivencias de los humanos- el oleaje del lago crujía sobre los guijarros de la orilla, preludiaba una