tiene para afrontar la desgracia. El hombre caminó hasta que una suposición le obligó a detenerse: El barrio parecía extenderse más allá de sus conjeturas y éstas eran tan deprimentes y oscuras como el lugar mismo. Su perplejidad no nacía tanto de esta comprobación cuanto de otra que asomaba tras ella; si el barrio era además un laberinto repentinamente inexplicable, aquel lugar de referencia que antes le tuvo obligado, el Macao, se convertía ahora en un enemigo temible. Porque,