Es estúpido, gratuito, diario! Y él, fijos los ojos en la blancura del techo, veía discurrir su mala suerte con resignación, como quien se sienta a contemplar el paso de las nubes en un día que no le pertenece, que ha de pasar sin contar con él; de ésos hubo muchos en su vida y la suma de ellos pesaba en su ánimo como ahora el cansancio en los párpados. Quizá si el blanco del techo le hipnotizara dejaría de preocupar