de la madrugada y había divisado una silueta inclinada sobre la parte baja de la pared del inmueble contiguo: un sujeto de pelo rizado y negro, del que no consiguió ver la cara pero que, de eso estaba seguro y podía jurarlo, no era en ningún caso de los nuestros. Había diseñado unos misteriosos mensajes y, al concluir, renovó la operación unos pasos más lejos. Así lo refirió a sus colegas el día siguiente mientras tomaban una copa de calvados,