antes de cambiarse de ropa, y allá se fue a buscarlo. Se apresuró por la orilla del río, preguntandole a todo el que encontraba si lo habían visto pasar, pero nadie le dio razón. No se alarmó, porque había otros caminos para nuestra casa. Próspera Arango, la cachaca, le suplicó que hiciera algo por su padre que estaba agonizando en el sardinel de su casa, inmune a la bendición fugaz del obispo. "Yo lo había