¿Cómo no acabar entregandonos al negro mar de sus ruinas mordidas por los bombardeos de la última guerra, a sus viejos palacios, a sus rascacielos de cristal? Había noches, Francesca, noches como aquellas en que tanto nos apetecía salir... Cesaba de repente la lluvia que había caído mansa y constante a lo largo de varias semanas y salíamos a la noche para encontrarnos con humanísimos e inesperados lugares: una modesta sala de subastas de cuadros, un pequeño cine en