cuarto de baño o pronunciara entre dientes la blasfemia del abuelo. Una tarde en que la profirió con especial violencia, la sirvienta, hecha una fiera, le condujo a empujones al dormitorio y cerró la puerta con llave. Desde fuera gritó: «¡Castigado a no cenar, por decir barbaridades!». Sin embargo, a eso de las doce, entró en la habitación y dejó sobre la mesilla una bandeja con un yogur, un vaso de agua y un bocadillo