compartido de no tenerlo que volver a visitar jamás. Cuando por fin nos vimos en el coche y éste empezó a rodar, juzgué llegado el momento de darle a la Emilia las aclaraciones que el desarrollo de los últimos acontecimientos exigía. Y lo hice en estos términos: --Debo ante todo confesar que, como tú muy bien adivinaste, la historia que te conté cuando nos conocimos y he mantenido hasta el presente, si bien no puede tacharse de ficticia, era