--¿Pero cuánto, cuánto cree que puede durar? El médico movía la cabeza a los dos lados, en una desolada ausencia de diagnóstico. --No sé, no sé --dijo. Y salió de la habitación. La madre le siguió y entonces sí vio a David. Le agarró con fuerza del brazo y le empujó detrás del médico, y cuando éste se hubo ido le gritó, olvidada del enfermo y del dolor de la muerte esperada: --Ya era