seguida se dieron codazos y se rieron, torpes y suficientes, del compañero ignorante. Aunque la verdad era que esa fase del proceso permanecia aún oscura y David estaba seguro de que muchos de los que se reían también dudaban, como dudaba él, acerca de la forma en que aquel niño dormido, conectado a la madre de la lámina por tubos y amasijos, se había instalado allí. Aquella tarde, cuando las bicicletas descansaban tiradas en la hierba, el amigo había suscitado