tocado, el futuro se disipa, aunque sólo para, un momento después, reaparecer de nuevo, un poco más allá. Siempre más allá. El progreso es fantasmal. Pero ahora, cuando los norteamericanos comenzaban, literalmente, a desalentarse, el porvenir desciende en la forma, a un tiempo abominable e infinitamente seductora, de la decadencia. El futuro al fin tiene cara. Los prestigios de la decadencia, aunque menos pregonados, son más urbanos, sutiles y filosóficos que