de sepulturero; hachazos cuya torpeza acaba excitando su cólera labradora. ¡ Qué desastrosa manera de podar! Se ha vuelto de espaldas para no verlo. Calla el hacha y el viejo procura pensar en otra cosa, pero lo que asalta su mente no calma su irritación, sino al contrario. Renato no tiene arreglo; está domado. Tras su grito de la otra noche ha vuelto bajo el yugo de Andrea. Parece incluso arrepentido: ayer llamó ella por teléfono anunciando su