marcharse sin saber más, dejando tras de sí a esa pareja de guerreros, como dejó en Villa Giulia la de etruscos; y eso que ahora es lo contrario. ¿O sólo lo parece? Pues las dos esculturas le retuvieron, se dirigieron a él, hablandole hondo: esta fuerza en el dolor y aquella sonrisa sobre la tumba. Se aleja llevandose consigo una tremenda impresión. Y también la desazón de no poder precisar un recuerdo importante que pugna por