de franela. El abuelo seguía sin salir del dormitorio, sin levantarse apenas de la cama. El médico le visitaba con frecuencia y el niño le oyó comentar que había sufrido una crisis muy fuerte y que dudaba de que pudiera reponerse por completo, su salud se le había complicado gravemente. Se asomó de nuevo al dormitorio y el abuelo ya no lloraba de aquella forma extraña, inaudible, ni se removía pesadamente entre las sábanas. Pero permanecía en su rostro esa