hablado, ha hablado, ha vuelvo a la realidad», le dijo y el médico no tardó ni veinte minutos en llegar. La abuela parecía más animada que nunca, respondió a sus preguntas con total lucidez y aun llegó a recomendarle una semana de descanso y despreocupación en el campo. El médico se acariciaba la calva sudorosa y cambiaba con Mercedes esporádicas miradas cargadas de optimismo. Pero, cuando se disponía a prescribir la dieta alimenticia adecuada, la abuela le contempló de