. El movimiento de tierra no produjo daños ni víctimas, así que lo tenía sin cuidado; lo que realmente lo preocupaba era una ceremonia, de fecha próxima, en la que se presentaría ante la reina, en La Haya. Intuimos que ese diplomático tan campechano y dado con nosotros, era tal vez corto de genio con los extranjeros. Mientras conversábamos se arrimó a un gran espejo. Se miró con detención y de pronto comentó: --Hay que embromarse. El aspecto