ocasiones, incluso tosía como él. Más tarde, se limitó a asentir pestañeando a cuanto éste decía y a limpiarle de migas la cama o a ponerle solícito los azucarillos en el vaso de leche. Intentaba en todo momento demostrar su gratitud. Miguel tuvo que explicarle que era difícil que pudieran jugar a algo. Le dijo que, al fin y al cabo, eran sólo dos y que uno de los dos era tonto. Agus, por toda respuesta,