en una sonrisa amable que mostraba dos finas hileras de dientes perfectos, blanquísimos. Las líneas de sombra en torno a los ojos no ocultaban la intensidad juvenil de su mirada. Por encima de las cejas, la tersura de la frente lindaba con la oscura frontera del cabello, que parecía estar recogido en una coleta a la espalda. Un mechón de pelo rebelde caía sobre el hombro izquierdo, muy cerca del escote, donde la piel levemente bronceada del cuello matizaba la claridad de