no dijo nada. --Hoy es mi cumpleaños --prosiguió Miguel-- y no me apetece invitarle a probar mi pastel. Lo mejor sería que se muriera de una vez y dejara de molestar. Así, tú no tendrías que ocuparte más de él y yo podría... La sirvienta dejó con violencia la botella sobre la mesa y exclamó indignada: --¡Qué estás diciendo! ¡Cómo puedes hablar así! ¡Cómo puedes ser tan cruel con tu abuelo, con