volvía siempre tarde, cansada, apurada por comer unos bocados de lo que hubiera, y beber agua, y echarse a dormir. Olinden se preguntaba cómo Sepúlveda, si la quería, toleraba... «No lo tolera. Lo exige. Al fin y al cabo, nada le importa como el tratamiento y necesita verificar la eficacia.» Aquella noche la esperaba sin intención de pedirle explicaciones, pero al rato se encontró eligiendo palabras recriminatorias. Reaccionó, comprendió (la