, la comparación resulta aún más desfavorable para la democracia norteamericana. Las dificultades de los romanos del siglo I a.C. eran sobre todo de orden interno y esto explica en parte la ferocidad de las luchas entre las distintas facciones: Roma había logrado ya la dominación del mundo conocido y su único rival -los partos- era un Imperio a la defensiva. Además y sobre todo: ninguna de las potencias que habían combatido a los romanos se identificaba con una ideología universalista. En cambio