exasperación. Sin embargo, quienquiera que observase su comportamiento diría que la sarta de improperios que se dirigía a sí mismo más parecía una exculpación que una confesión; tal era la irritación que manifestaba. Todo entre ellos dos se le antojaba inarmónico, una falsedad mantenida sobre el recuerdo de un candoroso y entusiasta compañerismo universitario, un desesperado intento de recuperar, de tarde en tarde, ese candor y ese entusiasmo; una vileza, en fin, de dos espíritus débiles. Ahora