!- tratando de dormir al niño en la soledad en que le dejan... Al mismo tiempo, su corazón se arrebata admirando el coraje del niño: «¡Tan pequeñito y ya tan decidido! Así te quiero, rebelde, exigiendo lo tuyo... No, las botitas no han sido tu desgracia enseñandote a andar, sino tu arma para pelear mejor... Si necesitas otras las tendrás, niño mío; yo te las daré porque eres como yo, también de la