solo dentro de la historia, tan solo como lo que era, un camionero en pleno cruce de la sierra a medianoche, no fui capaz de pasar de largo: frené despacio, abrí la portezuela y dejé subir a Dilia que murmuró apenas un «gracias» de fatiga y somnolencia y se estiró en el asiento con su saco de viaje a los pies. Las reglas del juego se cumplen desde el primer momento en las historias que me cuento. Dilia era Dilia pero